Sólo en un país católico cabe semejante cosa (querría decir ultra-católico, pero no encuentro la forma de medir ni la escala que separa lo ultra de lo no ultra; ni mucho menos lo que es ultra de los otros de lo que es normal de lo nuestro). Sólo una cultura que entiende el hecho religioso como algo perteneciente a la esfera pública y no a la privada podría promover el ateísmo a la misma condición.
Por mi parte he encontrado una pequeña y mucho más sutil venganza para la pérdida de memoria y de cultura de esta sociedad en la que vivimos. Esta mañana, mientras daba un paseo por mi ciudad, una de las cofradías estaba ensayando tambores y cornetas de última hora. Interpretaban, con todo el sentimiento, la música que Joan Manuel Serrat compuso para la saeta de Antonio Machado. Es fantástico ver como la gente se escandaliza por una procesión atea y no lo hace por una procesión católica que interpreta una composición al alimón de dos ateos reconocidos. Y aún llora de emoción y no de pena, o mejor aún, de risa.
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